sábado

El gato desde mi ventana




Despertar, y el gato desde mi ventana.



Que hace el gato negro mirando a mi ventana

Otra vez, cagondiez.
Buscándome esos ojos.
Irreverente.  ¡Ese gato!
Me reta a un duelo de cordura. ¡pierdo!

Cago en el gato de los huevos
¿Qué hace mirando a mi ventana?

Y no se va, no. 
No se va.

Qué pasa con la negrura
qué le hace pérfido al gato.
Qué tiene:
¿Que es negro? ¿Que es negra? ¿Que es gato? ¿Que es gata?
¿Qué es maricón el puto gato?

Ese gato no es mi gato.
Es negro. Es gato. Pero no es mi gato.


Y bulle el cabreo en mi interior.
Y la fascinación.


Alguna vez me dijeron
De niño, creo
Que los gatos negros atraen mal fario.
¡Ya está!
Desde entonces le tengo manía al negro gato.

Les tengo manía, manía, manía.
A todos no, ¡no!, sólo a ése, sólo a ése.
Es que es tan negro que de noche no se ve. Se siente.

Desde siempre. ¿cómo voy a cambiarlo?
A esos gatos.
No, esos gatos no.
Pero es guapo, el puto gato. ¡adoro ese gato!

Y viene cada día, ese gato, negro gato.
Y no me he muerto, claro.
Y me jode pensar eso.

¡A mí me atrae ese gato!
Y no me he roto nada.
Y me da rabia,
Pensar que
Mi madre, mi abuela, ¡alguien me engañó!

Pero a mí me gusta este gato
Negro.
Indolente.
Complaciente.

Pero a mí no me pueden gustar los gatos.
No “esos” gatos. No me doy permiso para eso.
Yo les creí. ¿qué puedo hacer contra eso?

Y yo ya me habría muerto.
Cien veces. Al menos.
De los días que me he cruzado a ese gato.

En mi camino siempre está, está, está.

Y él sigue viniendo, reptando o equilibrista.
(A ver si me acabo cayendo)

O no. Seguramente.
Sigue viniendo,
A ver si le suelto algo de comer.
¡Ay! No sé.

Pero de verdad:
A que ¿es guapo mi gato?
Aunque ni es mío ni es gato.

(Ronron)
¿Es gata?
No sé, señor. Sería negra. 
Sería sin duda peor, ¿no?


Me fascina.
Le odio y le adoro a la vez.
¡Vuelve, gato!


Mi gato desde mi ventana.