viernes

Los cítricos y el placer indecente del chocolate







Los cítricos y el placer. 

Vamos a dejarlo ahí, por el momento. Así van los cítricos por hoy. Ya están suficientemente amarillos y ácidos. Han sido calentados convenientemente con un soplo de aire magenta. ¿sabes por qué me gustan tanto, si ya me duelen de tanto verlos? 

Pues porque cuando los miro puedo recordar como en una película, perfecta y gráficamente, cuando una temporada de chica iba yo los sábados por la tarde de invierno al jardín vecino o tal vez los domingos soleados a ver los limoneros;  tomaba y sopesaba yo un limón con ambas manos, dudaba y me iba a coger otro, lo mecía sin arrancarlo, calibrando de todos los elegidos el que más pesara, el más bello de todos los que tenía a mi alcance, los sopesaba uno detrás de otro con la mano haciendo vasija y acometiendo el amarillo por debajo, como si acariciara el fruto más preciado del hombre, y una vez que lo tenía cuidadosamente escogido, lo desprendía del árbol con unos movimientos circulares de muñeca, luego lo acercaba a mi nariz, apreciando su aroma, antes que a mi boca, y me alejaba del árbol con una sonrisa en los labios, con mi pequeño tesoro amarillo, nunca verde, amarillo real; me iba al abrigo de una valla cercana, de piedra plana, larga y alta. Entonces asía en mi palma el limón y comenzaba despacito pero sin consuelo a apretujarlo, a amasarlo sobre la piedra superior de la pared. Me podía pasar un largo rato haciendo aquello, apretando, rodando, amasando la pieza conseguida. Había un placer morboso en romper las fibras interiores de mi presa y en hacerla soltar su tesoro más preciado.



Recuerdo un hombre jorobado y bastante mayor que yo, debía de ser casi viejo, de esa edad indefinida que tiene la gente mayor cuando tu eres adolescente; un hombre que me miraba hacerlo. El limonero era suyo, y consentía con las operaciones, así que yo le creía con pleno derecho a estar allí y mirarme. Luego algunas personas le miraban a él desde lejos mirarme a mí. Nunca se pasó. Nunca le hubiera dejado. Pero sin embargo, creo que no me miraba las manos amasar precisamente, sino mis atributos en pleno desarrollo que ya comenzaban a despuntar fieramente bajo la camiseta. Sea como fuere, yo no me daba cuenta, o al menos recuerdo que no me molestaba. Y ¡ojo! a mí esas cosas con lascivia manifiesta me solían molestar bastante, hasta en mi padre. Fue un invierno o dos de intercambio feliz de limones.







Este podría ser el limón elegido. Así andaba yo, amasa que te amasa, amasa que te amasarás. Cuando el limón estaba bien blandito, "en su punto" deshecho por dentro, era la hora de horadarlo con el dedo, previamente haciendo un agujerito ayudándome de los dientes, las uñas y lo lo que fuera. Luego no tenía más que aplicar, golosa, la boca a aquél biberón improvisado e ir absorbiendo del ácido jugo, bebiendo del limón a sorbitos.  Ahhh.....  cualquiera se maravillaba y le rechinaban los dientes, pero yo disfrutaba, sentía un placer inmenso en sorber el zumo gota a gota, sin hacer ningún esfuerzo puedo sentirlo ahora mismo en los laterales de la boca, nada como la sensación de acidez caliente de un limón recién mareado... mi lengua salta de dolor y de placer a la vez... placer intenso, a falta de algún toque final de dulzura. Es lo que le hace falta a la acidez. ¿Azúcar, miel? Nooo. Cho-co-la-te.







Y aquí llega el toque prometido de dulzura y de lujuria a la vez. Qué mejor para combinar con los cítricos que una buena pastilla de chocolate, o en fondue calentito, que también, o mejor todavía espera, probemos otras formas que te voy a decir, pues acabo de cambiar un poco preferencia a base de ir buscando (documentándome, que queda mejor) por la red world wide web.


Para el limón, para la acidez, nada mejor que un buen acompañamiento de chocolate, como decía el otro día, pero mejorado. Pues sí, chicas, lo he encontrado, y no estaba en el campo, precisamente. Aunque no te lo puedas creer está a tu alcance, este dulce placer indecente existe en la vida real y es lo más de lo más para que te lo regalen. El contenido del interior es libre y puedes elegir entre varias clases de sabores, algunos de ellos cítricos, como me gustan a mí. La cobertura es de chocolate negro auténtico. Lo hacen y venden en Barcelona, como no podía ser menos. ¿Te ha gustado, verdad? Compartiré el secreto contigo. Si quieres, puedes encargarlo por internet, busca la web de United indecent pleasures: unindecent.com. Placeres indecentes de chocolate negro. Sabía que no os defraudaría. Yo también quiero uno, aunque sé de algunos afortunados y afortunadas que ya lo han probado. Es que está bueno y es apto para varios sexos. No es barato, nada rico lo es, pero tiene veinte centímetros de placer, y todos repiten. Yo de momento, y hasta que llegue mi encargo de chocolate negro, me conformo con chupar del limón del limonero. Eso sí, de forma absolutamente indecente y placentera.

ALz.





















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