sábado

Receta de amor







Durante este tiempo, sumida en la meditación, he abandonado los asuntos mundanos, incluso los que reclamaban perentoriamente mi atención. Sucede que lo que ha pasado en el resto del mundo me ha importado bien poco, apenas algo; mejor dicho, definitivamente nada.

No podía ni quería centrarme sino en mi propia existencia. Siento no sentirlo en absoluto. Os preguntaréis, y con razón, qué es lo que me ha tenido apartada tanto tiempo de mis ocupaciones habituales, de mi profesión, de la creación, de la escritura, de la pintura, y no es fácil de explicar. Y la verdad, todavía no sé si quiero, pero si estoy aquí es porque al menos deseo intentarlo: 


Hace tiempo que sufro en silencio, aunque no me lo notaras. Y no precisamente hemorroides, aunque mi sufrimiento fuera tan continuo, insistente e insoportable que sólo tiene parangón con el que pueda proporcionar el peor grano en el culo que hayas conocido. El mío era un padecer por amor; quiero decir, vivir en un sufrir debido a la falta de éste, o por los efectos secundarios que vivir en tal carencia afectiva me conllevó.

De chica supe que se podía enfermar, hasta llegar a morir, de amor; mejor dicho de desamor, por la  falta de satisfacción del afecto primordial, y que sumirse en ese estado anímico de melancolía, propio de los románticos, era muy fructífero creativamente. 

Me vienen a la memoria aquéllas poesías dedicadas a la amada, los sonetos a los amores truncados, las novelas sobre amores imposibles... En la pintura, los paisajes tenebrosos, las damas lánguidas de tez azulada... Y en las obras, las contínuas referencias al suicidio, al no vale la pena vivir si me faltas tú recuerdan que el amor es lo que da sentido a la existencia. 

Por mi parte, nada de nada; cuando en los peores meses de ese estado de soledad existencial me hallaba, no solamente lo veía, sino que lo pintaba todo de negro. Eso sí, me salían unos cuadros divinos y muy de moda. Con algo de gris y tal vez un golpe de rojo pura ira. Y no era el no puedo vivir sin tí, mi amor; te lo aseguro, sino más bien el no resisto más el vivir contigo.


Por eso te digo que hube de aprender que el drama del desamor no se agota con los casos literarios, a los que podríamos añadir los judiciales, tal vez los cinematográficos y los que salen en los telediarios, sino que se amplía, se reproduce e impregna sobremanera las más diversas coexistencias, reinventándose en la sordidez de la cotidianidad conyugal. La falta de amor tiene muchas caras. Y la peor de todas es cuando tienes ese amor del que sin embargo careces. Es decir, sostener la muerte en vida del amor por aborrecimiento, inanición o aburrimiento. 

Duele sentir que no eres querido por quien tú quisieras que te quisiera, pero el amor ni se inventa ni se finge, sólo se siente y se da; o se niega. -Hoy sé que ya no me amaba. ¿Hasta dónde llega el sufrimiento que provoca la carencia del amor? -Te lleva hasta el fondo. ¿El dolor es sólo psicológico, o el daño susceptible de ser producido va a llegar al plano físiológico? Ya no albergamos dudas en responder a esta pregunta afirmativamente, al menos en lo teórico, otra cosa será poder identificar y cuantificar sus efectos. -El daño es total.

La primera vez que escuché hablar de las enfermedades psicosomáticas fue al leer a Louise Hay, quien estudió las causas psicológicas para casi todas las dolencias hace alrededor de un cuarto de siglo. En su libro "Usted puede sanar su vida" publicado en España en 1989, que fue todo un referente en temas de autoayuda, pasa revista a las posibles causas para hacerlas aflorar a la consciencia, y ofrece a modo de remedio, para alterar esas creencias limitantes, una serie de afirmaciones positivas capaces de dar la vuelta a la causa psicológica de la enfermedad. La falta de amor, incluido del amor propio en sentido amplio, es la causa estrella de las patologías que refiere.

Sin embargo, para la mayoría de las dolencias que trata, la medicina oficial no ha reconocido la existencia de las causas psicosomáticas y es difícil que esto suceda, porque estamos preocupados por virus, bacterias y otros microorganismos, substancias, activos químicos y venenos varios. Nos centramos en lo objetivo, en lo constatable científicamente, y las emociones y sentimientos entran dentro del desconocido y peligroso terreno de lo subjetivo y lo inconsciente. 

Se perdió de vista a la persona al fragmentar el conocimiento de su organismo, dejando de considerarla de forma holística para estudiarla a trocitos, lo que da la medida de nuestro desconocimiento y vulnerabilidad a factores externos o internos cuyo grado de afección estamos lejos de dominar. 


En las contadas ocasiones en que la medicina oficial sí ha reconocido la influencia determinante de causas "no físicas" "psicosomáticas" "psíquicas" o "anímicas" en la aparición y evolución de la dolencia, la situación se torna altamente preocupante porque no es tan sencilla la desaparición de tales causas ni la curación una vez desencadenado el proceso. 


Resulta irresistible escuchar al facultativo decirte con cara sonriente que te curarás cuando ames y seas amado. Es imposible oír impávidamente que tus males hallarán su curación cuando seas feliz. -Oiga, ¿está usted de broma? ¡Qué más quisiera yo, joder! ¿Puede la falta de amor enfermar a una persona? Ahora soy yo quien no quiere aceptar eso. Pero sé que la respuesta es sí. Sin duda, no he dejado de saberlo, pero no me esperaba vivirlo: esa persona enferma soy yo. Ahora ya sabes lo que tengo. Y no me refiero únicamente a la melancolía causada por la ruptura, rechazo, pérdida o ausencia de la persona amada, que también; sino a las torturantes consecuencias físicas del desamor. Al dolor y al riesgo para la propia vida.

Me refiero a una enfermedad de maldito nombre, descrita ampliamente por la literatura médica actual cuya causa conocida, que comparten el 96% de los casos estudiados, es la endémica falta de cariño, cuidados y atención amorosa que ha padecido la persona enferma por parte de las personas de su entorno afectivo. Causas cuya acción ha sido persistente, insistente, invariable y tan prolongada en el transcurso del tiempo que diríase una forma de vida. Esta enfermedad es extremadamente dolorosa en todos los sentidos y espero curarme algún día con la ayuda de ciertas almas caritativas que me regalen su apoyo, cariño y bendiciones y me hagan recuperar el tiempo de amor perdido.

Por mi parte y a partir de ya voy a prestarme toda la atención y el amor que me ha faltado, cultivar mi autoestima y practicar mi amor propio, porque sé que eso ayuda.

He pensado, tan necesitada estoy, que si tengo que contratar a alguien que me cuide y que me quiera  pues voy y lo contrato, decantándome como primera opción por la búsqueda del afecto de forma natural.

A tí te pido,  si me quieres o me quisiste, si te cuentas o te contaste entre mis familiares, amigos, amores o amantes, y hablo absolutamente en serio:

Preocúpate seriamente por mí, créeme; sé generoso; dame todo el cariño de que seas capaz sin reprimirte, y yo te corresponderé.

Dame tus mimos y envuélveme en el afecto que preciso para sanar, al menos hasta que me cure de mis dolencias o pase a mejor vida. 

Si el amor fue la causa, también es la cura.

ALz.



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jueves

Fórmulas para decir que no.






Si yo te pido algo, tú puedes querer o no querer hacerlo, querer o no querer dármelo. Pongamos que no quieres acceder a mi petición.


Dicho esto, hay varias fórmulas para decirme que no. 

—Te atreves a decírmelo directamente, a la cara: no; no quiero, no puedo o no me da la gana. Entonces puedes elegir entre decirlo de forma hiriente, de forma asertiva, de forma suave o a lo bestia: vivan las espinas.


Cuando no te atreves a decírmelo:


—Dices que sí, bueno; pero con la boca chica: a la hora de la verdad no harás nada, no cambiarás de idea, te olvidarás de lo dicho, buscarás pretextos. A la mierda la confianza for ever and never more.

—Me puedes dar evasivas; quizás; todavía no sé lo que haré; ya veremos; sí pero, que es decir que no; vale, luego hablamos; dar a entender que sí pero siendo que no; o sea, dejarme con la esperanza y postergar el momento en que me daré cuenta del que va a ser que no. 

Lo que me joderá doblemente, porque además me pillaré el cabreo mayúsculo de haber perdido la energía, la oportunidad y el tiempo.

Yo tengo claro cuál es mi elección, pero aquí tú elijes; según cómo lo hagas te daré o no otra oportunidad de decirme que no.


ALz.


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viernes

Acoplamiento











La naturaleza dispone las cosas como deben ser.

Sus seres se atraen entre sí o se repelen con la misma fuerza irrevocable, magnética y gravitatoria, que une las rocas a la tierra.

Cuando se desmoronan los acantilados, como los afectos, hay formas incompatibles que no pueden permanecer en el mismo lecho. -No digas que me quieres si tu cuerpo te desmiente.

Otras veces, las piedras se acoplan sin dejar resquicios, como los amantes entre sí.

Deja que tu cuerpo hable. La tierra es sabia. Los cuerpos no engañan.

ALz.








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