jueves

Guaridas



Se ve apenas un triángulo oscuro y húmedo. Sin embargo es lo que llama inmediatamente mi atención entre la inmensidad de la pared de piedra. Hay oquedales que hacen más interesantes los relieves de las rocas, de los cuerpos, de la vida. Siento como una voz ancestral, que me recuerda que algún día surgí de las cavernas: Acércate. Ven. Está húmedo, y es atrayente. Quiero entrar ahí, nada ni nadie me hará cambiar de idea. Tiendo hacia lo oscuro. No sé que me voy a encontrar, pero lo que haya me espera. Me llama con una intensidad hormonal e irresistible. Es una pequeña cueva alargada, como una vulva. O tal vez lo sea y me lleve a la matriz nutricia del mundo que expulsa, despojadas, sus criaturas a la luz, como los cangrejos ciegos de las pozas.




La cueva es profunda y extrañamente sonora. Hay un mundo ahí. Es un hábitat frío y oscuro, batido por las olas. Me acerco y hago luz en el interior. Las aguas antes transparentes al haz se vuelven negras y mates, impenetrables a la distancia. Paseo mi mirada y mis manos hasta donde abarco. Varios pares de ojos me observan desde las profundidades y hay criaturas asidas a las paredes de roca que tiemblan ante mi gesto caníbal. Sí, fuí una de ellas. Sé que está escondida y señalo con el dedo hacia su guarida. ¿Todavía estás ahí? Hoy me voy, pero volveré por tí.




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