viernes

Alguien




Hay una persona a quien le tengo cierto aprecio todavía y, me pasa que a menudo cuando hablamos y casi siempre que chateamos, como resultado de nuestra interacción y especialmente por algunas de sus palabras, me embarga una cierta incomodidad y acabo con una desagradable desazón que siento en la zona central de mi cuerpo.

Esto que siento perdura hasta un rato largo después de finalizada la conversación no me satisface y no quiero repetirlo. Sé que juega conmigo, pues lo hace a propósito, y que no sabe el efecto que me produce, pues no se lo pienso desvelar. Pero repetimos y me vuelve a suceder. He de hacer caso a mis sentimientos, porque son muy insistentes, suficientemente fuertes y me avisan desde dentro claramente. Me están diciendo desde su lenguaje corporal algo que nace desde lo más profundo del inconsciente de mi ser: bórrale pero ya.

Alguna vez hablo en voz alta conmigo misma, cuando me miro, cuando estoy a solas sin nadie que me pudiera escuchar, y me digo cosas como si se las dijera a mi mejor amiga. Así devienen palabras y pensamientos, poniendo nombre a lo que siento. ¿Cómo sé lo que pienso si no lo digo? Pues eso; a veces hablo sola, como mi abuela.

Soy muy buena y muy sensata dando consejos; y confío plenamente en mi criterio. Mi razón me dice que desconecte  cambie teléfonos, que bloquee chats, que en todo caso, me reprima y no conteste. Que me ponga un esparadrapo en la punta de los dedos por si no puedo contrarrestar el instinto de escribir, de comunicarme. A veces no puedo, o casi no puedo, y los minutos, las horas y los días en que lo consigo son un logro para mí.

Me sumerjo en estas sensaciones para sentir, para saber lo que siento. Para comprenderme desde la vivencia. Sea agradable o penosa. Y lo hago, dándome amparo, cobijo y valor. Sigue así.

Y me pregunto si quiero repetirlas. Los sentimientos, como el algodón, no engañan: Calla y olvida. Ni se te ocurra volverle a ver.

ALz.



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