jueves

Pequeño dinosaurio con alas



Donde la humanidad se volatiliza, la naturaleza sigue su curso y termina borrando sus huellas. Las obras monumentales, las más ostentosas construcciones residenciales acaban siendo pasto de alimañas y son prontamente devoradas por la ley de la selva, tan implacable como las leyes financieras. Todo vestigio inteligente desaparece.

Cuando uno se va y en corto espacio de tiempo, así otros ocupan su lugar o se aprovechan de los recursos que ha dejado disponibles. Eso sucede más pronto cuando uno se va porque alguien deseaba su lugar. Y de forma contundente esto se aprecia en el campo y en la economía, donde la naturaleza de las cosas interacciona directamente con las personas.

Un pequeño dinosaurio con alas viene a dormir tras la persiana del dormitorio cuando no hay nadie. No puedo decir que me moleste ni que me incomode, sería mi voluntad dejarle vivir allí si quisiera dormir en mi molesta compañía. Pero no quiere, le desperté a medianoche y se ha ido molesto antes del amanecer. Quiere estar solo en su nido y a estas horas ya habrá buscado otro sitio más tranquilo donde vivir. Le disculpo, cómo no, me recuerda a mí, en definitiva.

Yo también quiero campar a mis anchas sin nadie que me moleste en mi vida, en mi casa y en mis dominios. Con orgullo soy como soy y me expreso libremente sin necesidad ni deseo alguno de someterme al juicio y a los deseos de conocidos ni mucho menos de desconocidos. Tampoco soporto presiones, manipulaciones, intereses espúreos ni falsas imputaciones.

Yo tampoco hubiera aguantado en ese nido vigilado por el dueño de la ventana. La naturaleza es así, impone sus reglas. Libre como el viento,  también para mí es preferible quedarse sin casa que vivir sometido.




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