viernes

Muere o pierde





En la vida real el protagonista muere o pierde. Y en las novelas, el protagonista casi siempre gana, pocas veces pierde y a veces se casa. Eso pensé mientras leía Tienes que contarlo a la hora de la siesta imposible un día de verano. La historia de una periodista que desenmascara una trama para la adquisición de datos personales con fines de espionaje.

Aparte de quitarme el sueño, me hizo elucubrar sobre el uso que alguien hará de las informaciones que sobre nosotros pululan en la web, de las intimidades que subimos a las redes sociales, de las opiniones que vertimos a los medios, o del contenido de los blogs, pongamos por ejemplo.

Mueren personajes secundarios, y el peligro acecha a la protagonista hasta el mismísimo final, pero es un alivio que la ficción tenga un final feliz. Te deja con un buen sabor de boca, como las películas americanas. Pero yo me imagino la misma historia con otro final. 

Pierde: opción real como la vida misma: la periodista investigadora es despedida por meter las narices donde no le llaman y tratar de impedir un turbio negocio del dueño del periódico. Es lo mínimo que le podía pasar, a la puta calle por husmear. Después de esto, a cobrar el paro seis meses, y a buscar trabajo en otras redacciones, que ya estarían aleccionadas en su contra, con lo cual lo va a tener difícil en lo sucesivo. Desenlace: el destierro laboral del protagonista.

Muere: opción toma cruel realidad: la periodista es brutalmente asesinada por el brazo ejecutor de los intereses económicos en juego. Por cruzarse en el camino del hampa o de la cía. Narraría cómo maneja la situación, sin diálogos ya... ...como si yo pudiera leer directamente el pensamiento de la periodista. La novela terminaría abruptamente, como termina la vida, dejando de pensar, con la página a medias, la frase inacabada...

La vida sigue cuando mueren sus protagonistas, pero las novelas se terminan cuando ellos acaban. En la vida real el protagonista que osa desenmascarar al jefe o al poderoso de turno, pierde el trabajo o muere.



(*) Tienes que contarlo, de José Sanclemente.

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