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Suerte, sueño o engaño



No doy crédito; el árbol de navidad de Sol, lugar principal, más visto y codiciado de la capital del reino es un elemento publicitario de la Sociedad estatal de loterías y apuestas del Estado. Radiante monumento al trasvase voluntario de miles de millones de euros a las arcas del Estado, convenientemente disfrazado de … ¿ilusión? Creer en una posibilidad más remota que la de que te caiga un rayo encima cuando sales a la calle…(qué ilu) ¿qué es? ¿Suerte, sueño o engaño? Y creo que a la calle salimos todos muy seguros de que no ocurrirá esto. ¿Qué somos? ¿Ilusionarios, desilusionados ó ilusos? ¿A qué jugamos?

A una milagrosa coincidencia temporal acausal entre la bola y tú que se llama probabilidad uno entre ciento veinte mil, que es la cantidad de números a la venta, multiplicado por ciento ochenta, que es el número de series o de veces que repiten el número, y luego todavía multiplicado por diez, lo que nos dará el número de papeletas o décimos. Saca la calculadora. Cada número vale treinta y seis mil euros y el gordo es de cuatro millones.

Uno dividido entre doscientos dieciséis millones es la mísera probabilidad de que toquen los cuatrocientos mil al décimo, si no me equivoco al hacer las cuentas, porque estos números ya marean. De tu inversión, el ochenta y cinco por ciento de las veces lo perderás todo, el diez recuperarás el dinero y el cinco ganarás algún euro de consolación. Con eso sí puedes contar, o con que te parta un rayo; con que te toque el gordo, no.

El éxito de venta de las campañas se aprovecha de las relaciones sociales y del sentimiento de grupo, del fruto de la costumbre, de la paga extra, de la cultura de la escasez o ya directamente precariedad pero del despilfarro navideño y sobre todo del marketing, que eleva a la categoría de sueños un producto publicitario. A la gente no le duele gastarse la pasta en Navidad, y para que esto pase con su producto, invierten sumas ingentes y utilizan a artistas reconocidos y respetados para que presten su imagen. Los medios dan cobertura informativa abundante del antes, durante y después de los sorteos, incluidos el reparto de premios y los soporíferos brindis durante todo el día y en todos los canales.

Hagamos más números. Del décimo que tu compras, el treinta por ciento va a gastos de administración y otras mandangas, directamente al Estado. Que este año ha anunciado que incrementará su cuota un diez por ciento. O sea, que en 2013 se quedan un cuarenta por ciento directamente. En teoría quedan el sesenta por ciento para premios, pero no es verdad.

En caso de que te toque una cantidad apreciable, (por encima de los dos mil quinientos euros) tendrás que pagar un veinte por ciento a Hacienda, porque acaban de crear un impuesto especial. O sea, hasta aquí podemos decir que queda el cuarenta por ciento para repartir en premios, y lo que es lo mismo, que el Estado se queda directamente con el sesenta por ciento de lo ingresado.

Pero no es verdad. En el supuesto que te toque, te vas a gastar el dinero del premio o buena parte de él en compras. Los impuestos no quedan aquí, suma un veintiún por ciento del importe de los artículos que te compres con el dinero obtenido. ¡Toma! Un ochenta y un por ciento directamente a las arcas del Estado.

Si quieres hay más, como inviertas en ladrillo, te esperan plusvalías, ibis y otras mandangas. Alguien que vaya haciendo cuentas, pues entre el impuesto sobre la renta, el incremento patrimonial, y el impuesto sobre el consumo, a mí los números no me salen. ¿Y a tí?

No juego, claro, pero no voy a decirte que no lo hagas; si después de saber que sólo una de cada doscientos dieciséis millones de veces te puede tocar, y que de cada veinte euros que pagas por un décimo, más de dieciséis se van ipso facto en impuestos y conceptos afines, todavía juegas, allá tú.

Yo no lo haría porque pago ya demasiados impuestos de forma obligatoria, como para regalar mi dinero voluntariamente al estado, aunque me lo pida la Caballé y toda la jerarquía de rodillas. Incentivan lo que es un negocio redondo y jugoso para ellos y ruinoso para nosotros. Ya pueden contratar a los mejores para engatusarnos, que les sale muy a cuenta. Como en todos los juegos, la banca siempre gana; pero ésta, más.

Verdades de Navidad. Haced por ser felices, todo el año.



ALz.


3 comentarios:

  1. Tienes mucha razón, pero existen algunas personas agraciadas con la suerte de que les toque entre la posibilidad de doscientas dieciséis millones de veces. Y si son los de trabajo y te quedas fuera, la cara de gilipollas debe ser tan grande, que ésa no seré yo. Así que compro el número del curro. Es que la cara de gilipollas no me sienta bien. ;-)

    Besos, aunque no jueges.
    Y Feliz Navidad (turrón comerás...¿o tampoco? :-(

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  2. Socializar es uno de los motivos por los que jugamos, y los grupos la trampa perfecta, Uol.

    Ojalá te toque, aunque yo creo que se te queda la cara de jilipollas cuando no te toca, o sea, casi siempre; o sea, sí o sí. Y a mí tampoco me sienta bien..

    Creo que hay que conocer los datos objetivos para poder decidir. Están bien salvaguardados y desperdigados; no ha sido fácil encontrarlos.

    Yo no creo en juegos en los que llevo las de perder. Pero mira, a los dieciocho me tocó un tercero y me compré mi primer coche.

    Acepto tu beso ludópata, y tus buenos deseos; que te lleguen los míos de vuelta...

    Pues yo soy más de polvorones, aunque los de buena calidad escaseen...

    Un beso!

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    1. A mí cuando no me toca no se me pone cara de gili, pero si le tocara a todos mis compis y a mí no, entonces mi cara sería un poema trágico, una elegía, un pranto.

      Eres una renegada pues: afortunada una vez y descreída para siempre (les pasa lo mismo a los exfumadores)

      Lo de los polvorones lo comprendo, pero yo prefiero el mazapán (más mojaditos).
      Besos!!!!

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