lunes

No hagas aprecio






En ocasiones se nos mete alguien en la cabeza y nuestros pensamientos le persiguen. Por su belleza, o el placer, que aspiramos poseer o alcanzar. Por el daño que nos hizo, y que no podemos todavía olvidar. Por una cualidad que deseamos, le atribuimos y proyectamos.

Nuestra intuición nos da cuenta en muy escaso tiempo del rechazo. En unos pocos minutos, percibe que no le caes bien a alguien; que no te es receptivo; que no eres bien recibido; que no le gustas; que no te desea; que no está por tí. Que la respuesta que te está dando no es favorable ni la esperada. Que sus palabras no hieren, pero duelen. Sin embargo, No hablan las palabras; habla un cuerpo y el otro cuerpo entiende.

Insistimos porque aprendimos a perseguir quimeras e imposibles. Nos gustan los retos y soñamos que la vida es como una comedia americana, feliz al final. Pensamos que sólo depende de nuestra perseverancia el triunfo, de nuestra actitud que nos acepten, nos quieran, nos deseen o nos respeten; de nuestros desvelos que tal persona recapacite, cambie y se avenga a lo nuestro.

Pero no es así y nosotros no conocemos las razones ajenas, conscientes e inconscientes, ni podemos aspirar a dominar más mente que la propia ni más cuerpo que el que somos. Se dice que no debes perder el tiempo tratando con prioridad a quien te tiene como opción, y yo añado, o como felpudo.

No le des una segunda oportunidad a la humillación. No dediques ni un minuto de tu tiempo a quien te perjudica, ni a un pobre desgraciado que va de cabrón por la vida, contigo. No hagas aprecio a quien hace de tí desprecio. Y este es un consejo que te doy, amiga mía.



ALz.








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