Ésta era la que se avecinaba a las cinco. Rugía, llevaba días rugiendo. La hora clave. La hora del té, la hora de los toros, la hora de salir de clase, la hora de la muerte, la hora de entrar a la sesión de tarde, la hora. Eran. Las cinco. En punto. De la tarde. Pero yo no lo eché en cuenta. Sentí la premonición; hice la foto, me pareció sobrecogedor y me sobrecogí. Sentí miedo, como cada vez que se acerca a mí.
Pero ayer no fue una tormenta no más, no; fueron chuzos de punta lo que cayó; golpearon con fuerza cristales de granizo fríos, hirientes; hoy sobre la una ha sido igual un hielo punzante que me hirió, a eso de las ocho otro tremendo chaparrón que me empapó; y a las diez... ... era de nuevo un diluvio con huracán incluido. Tanto sufría que me tronché y se desangraba el cielo aquí debajo conmigo. Y mañana quizá, tal vez, si todavía conservo un hilo de vida, lo volveré a ver caer furioso, o caer rendido ante mis pies.
Ahí abajo de los nubarrones está la tierra, ahí abajo estoy yo esperando que descargue sobre mí de nuevo la tempestad de agua, viento y alcohol. Y para decir verdad, lleva días descargando intermitente pero incesantemente. Pocas ganas atesoro ya. Indiferencia. Bajo ella me he de ver antes de que llegue mi hora salvadora.
Rayos caen a mi alrededor. Siento miedo, y estoy llorando sin poderme contener. Truenos a cientos de decibelios que mis oídos no pueden ya más soportar. Algunos rugidos me golpean internamente. Un relámpago me daña el corazón. Me acabo de electrocutar. Estoy en estado de shock.
Lo cierto es que no sé si esta tormenta va conmigo. Pero sí sé que anda tras de mí donde quiera que yo voy. Siento el punzante dolor de estar en ella incursa y el hastío de su permanencia. Yo, que no la he parido. Yo, que cada vez que veo un santo le imploro la paz. Y, ¿qué me encuentro, señor? Rayos, truenos y centellas venidos del cielo y de su voz. En el infierno se está mejor.
Ojalá me mojaran las gotas de lluvia, ojalá me empaparan hasta la médula, el agua te permite crecer pero me muero de sed. Si al menos tuviera de beber. La tormenta te hunde en el barro, pero el tormento en la miseria.
ALz.
No todas las búsquedas pretender descubrir. Algunas intentan ocultar. Miles de adolescentes buscan en internet cómo esconder las huellas del dolor. Quieren saber cómo disimular unos labios hinchados, cómo llorar sin que se corra el rímel o qué ropa vestir para que sus parejas no monten en cólera cua...
¡De la violencia se sale!
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