miércoles
El limón y la realidad de lo que queremos ver.
Es que este enero andamos a vueltas con los limones. No sé si veis la diferencia de esta fotografía respecto a las fotografías subidas los días pasados del proceso de trabajo sobre el limonero de marras. ¿No?, pues yo ayer, tampoco. Y es que: ¡Estoy hasta los limones! Si queréis, volved atrás para comparar. La hay, os lo aseguro. Y es fruto de varias horas de observación, de discusión, de risas y de trabajo. Creo que es fruto de abrir los ojos al análisis, a la mirada sincera, a la imagen en su conjunto, a la observación de sus detalles, a descubrir sus secretos, sus planos, su perspectiva, entornar los ojos para descubrir sus luces, sus sombras, sus tonalidades, alejarse, acercarse, volver a las luces, volver a los planos, volverse bizco en el intento.... creo que es más fruto de todo eso que de mojar los pinceles con pintura, pues todo ha sido dar un par de toques, envolver las figuras en veladuras buscando el matiz, en resumen, ¡creo que no me voy a dedicar al realismo nunca más! Tengo demasiadas dioptrias y demasiada poca habilidad para eso. Por mis pinceles se desliza y de mis tubos salen a borbotones los colores de mi fantasía. Debo sujetarla estirando todo el rato las riendas. Cuidado: ese tono es feo, pero hay que ponerlo exactamente así. Dentro anida un mundo ideal que no se corresponde con la realidad, aunque lo intente más o menos sinceramente. Por no hablar del subconsciente. Y es que volvemos a lo de siempre: no vemos lo que hay, vemos lo que percibimos subjetivamente. Y nuestra percepción personal, para qué vamos a discutirlo, está bastante distorsionada. Pero es que así sucede en todo, no solamente cuando se intenta transcribir más o menos fielmente la realidad de lo que existe: que transcribimos la realidad de lo que vemos en el mejor de los casos, y en el peor, la realidad de lo que queremos ver.
ALz
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