Cómo le diría yo a
alguien cuán necio ha sido perdiendo la vez cuando una oportunidad excepcional
se le presenta, que las oportunidades sólo pasan una vez y que cuando se van,
se van para no volver ¿cómo le diría yo que las ocasiones no se repiten jamás y
que el tiempo no vuelve atrás?
Que es como un tren que se detiene ante ti y está allí
detenido sólo durante unos breves minutos, esperando a que te subas allí mismo;
en ese precioso momento se abren las puertas, ni antes ni después, sólo en ese
preciso momento puedes acceder pero hay desconcierto; te asaltan todo tipo de
incertidumbres, te asalta el pánico a las estaciones desconocidas, la pena por
lo que se queda, el lamento por lo que se va a dejar atrás, el terror por un
destino incierto. Ése es el momento crucial, cuando el asalto de todas las emociones, la
pérdida de la razón, el olvido de la intuición.
Como si en el último momento pasara algo que impide que te
subas a ese tren. Es algún motivo que reclama inmediatamente tu atención, de
calidad ínfima pero perentoria, determinante porque de momento y para siempre
te retendrá en tierra, ya que lo atiendes; y desatiendes tu destino. De momento
tu vida sigue igual. Opera como la famosa clasificación: urgente, pero no
importante. Y entonces respiras aliviado en tus adentros, uuufff, menos mal que has dejado listo esto, mientras no alcanzas a
subir ni siquiera al vagón de cola. El convoy ha ido pasando ante tí
incrementando su velocidad y se aleja en la distancia. Una lágrima rueda por tu
cara, corres, ahora te subirías, pero ya no llegas aunque quieras, no llegas aunque
vueles, no llegas. Adiós a la oportunidad y bienvenidas las minucias de tu vida.
Perdido lo importante, nada volverá a
ser como antes.
Como si aún deseando subir a ese tren, dejases transcurrir
el tiempo cavilando. Tu montaje obsoleto se está cayendo, estás jodido en la
estación, pero temes ir a peor; no hay que arriesgarse, ¿no es eso? La duda, la
indecisión, la parálisis, conllevan una opción oculta: virgencita, virgencita, que me quede como estoy. Y efectivamente,
la falta de decisión es una decisión en sí misma. Te quedas como estás. El dilema está
claro: dar el paso para subirse a ese tren o dejarlo partir, sin tí. Sólo se
vive una y en un lugar a la vez. A veces los minutos se suceden, el tiempo
transcurre, pero no eternamente; no son sólo unos segundos, puede que sean
horas. Tenemos en nuestras manos un mundo de opciones. Por qué, para qué negarse
a lo desconocido. Cerrar la puerta y conformarse con lo que hay dentro. Te
quedaste en tierra, my friend. Ese tren no se parará de nuevo ante tu puerta, te
dijeron una vez, y así fue.
ALz.
Hay tres cosas en la vida que se van y no regresan jamas: las palabras, el tiempo, y las oportunidades.
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