domingo

De visita


¡Que placer el encuentro con los amigos! Ponernos al día, contarnos nuestras cosas... ¡Ir de visita! Y sin embargo este placer no siempre ha sido voluntario para mi, ¡Qué va!

Hace años, de niña, solía yo acompañar a mi madre de visita a casa de sus amigas, lo que me aburría soberanamente. Nos sentábamos en la salita de diario si había confianza, y siempre nos ofrecían calor, charla y una copita de jerez dulce. Pasábamos la tarde en compañía hasta que se hacia la hora de volver a casa a preparar la cena.

También recibíamos en casa, una o varias veces por semana y entonces yo salía y saludaba y besaba y preguntaba que tal está, y poca cosa más, porque podía volver a mi habitación a mis cosas, normalmente pintaba o escribía, y cuando pintaba era inevitable que la visita pasara por alli al irse, se despedía de mi y cotilleaba si yo tenia ordenada la habitación o no, (siempre según mi madre), y yo debía corresponder siendo amable y enseñando mis últimas obras ante la mirada complacida de ésta.

Sin embargo, ahora no nos visitamos apenas; un par de veces al mes a lo sumo, quedamos con los amigos fuera de casa. Menos mal que todavía quedan restaurantes entrañables como Aires de Vendimia, montado en un chalet como los de antes, tan acogedores como una de aquellas salitas que yo recuerdo de mi infancia. Donde nos reencontramos cada tanto algunos amigos a compartir tanto tristezas y tormentos unos, como alegrías y risas otras.

ALz

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