martes

Desconcierto








—El otro día un hombre borracho me dijo que nunca me ha entendido y que desde que me conoce me tiene tirria. Y yo creo que hace varios años de eso... 

—¡Vaya, pues si que has tardado tiempo en enterarte...! 

—Y que lo digas, lo que ha tardado él en decírmelo. Bueno, de alguna forma lo intuía, porque nunca me trató de forma amable, pero pensé simplemente que era un tipo desabrido...y ahora que lo digo,  además es un impresentable. Siendo como somos podemos caer bien o mal o peor o fatal a la gente, ya se sabe que hay que convivir con eso; pero sorprenderte con una bronca pública por minucias... ¡es un hecho histórico!

—Y si a tí nunca te había dicho nada en privado, ¿por qué te lo tiene que echar en cara delante de sus amigos?

—Para sentirse arropado e importante, él sabrá. ¿Por qué le caigo mal? Todo el motivo que acertó a decir fue porque escucho música con auriculares desde el móvil para concentrarme en mi trabajo y teme que no le escuche a él. 

—¡Es que le has tocado el ego sin querer y tú sin darte cuenta! ¡Por afanarte, en vez de oír las chorradas que dicen él y los demás! Olvídalo, un hombre embriagado, no está en su raciocinio, no es dueño de sus impulsos, ni de sus palabras.

—Ya, supongo que no lo estás justificando, porque considero que un borracho no pierde el conocimiento, sino que sólo pierde la vergüenza; Dijo lo que piensa, y lo que dijo dice de él, no dice de mí, sólo a él lo califica. Pero fue bastante desagradable para todos los que asistimos al espectáculo. 

—Te creo; desde luego, no le justifico sino que busco una explicación objetiva y racional a su repentina actitud contigo. Antes mantenía las formas, por lo que veo.

—No la hay. ¿Alguna vez una persona en público, sorpresivamente ha volcado sobre tí todo el resentimiento, ira y frustración que tu presencia y la de otros le hacen sentir? Si es así sabrás lo que es sentirse perplejo ante un volcán en erupción.

—Desde luego que no. Pero... ¿le diste pie?

—Al contrario; no contesté sus preguntas ni entré en discusión, aunque insistió repetidamente, porque  (ya lo dije entonces y lo repito ahora):

Uno. Me importa un pimiento su opinión y lo que pueda hablar de mí a mis espaldas.

Dos. Lo que diga yo es irrelevante para modificar su criterio y percepción.

Tres. No tuve ninguna necesidad de mostrar mis pensamientos ni mis sentimientos a requerimiento suyo y era mi voluntad no hacerlo.

Cuatro. El tipo cuando esté sobrio no recordará ni la mitad de lo que dijo ni lo que hubiera contestado yo.

Y cinco. Yo tuve la última palabra, porque cuando me cansé de su (mal) rollo me despedí y me fui; y hasta entonces, mantuve estoicamente el tipo y la lucidez suficiente para que todo eso no me afectase.

—¡Vaya! Le habrás cabreado aún más... Vas de sobrada por lo que veo...

—Es posible; pero ¿sabes qué?: Beber tanto no es bueno.


ALz.









PD: Si bebes, ni conduzcas ni digas tonterías.




Foto: Fiesta en ARCO 2013.
Video: Borracho; por el contrario, joven y simpático.

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