Agosto y la calle abrasaba.
Para qué quiero tu aire, si me quema.
Para qué quiero tu viento, si me ahoga.
La heroica ciudad dormía la siesta.
El viento sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el norte.
En las calles no había más ruído que el rumor estridente de los remolinos de polvo, trapos, pajas y papeles, que iban de arroyo en arroyo, de acera en acera, de esquina en esquina, revolando y persiguiéndose, como mariposas que se buscan y huyen y que el aire envuelve en sus pliegues invisibles.
(Como Clarín inicia La regenta)
Ya nadie se toma la molestia de seducir a una Ana Ozores, y menos en un agosto abrasador.¡Es una lástima!
ResponderEliminarSaludos.