A este mundo llegamos desnudos. De este mundo nos vamos desnudos, sin nada, despojados de todo, perdidas las posesiones materiales y todo lo que hayamos atesorado. No nos llevamos nada más que lo que hayamos aprendido, los afectos que hayamos ganado en tanto nos sobrevivan, el recuerdo de unas cuantas generaciones. Efímero como las hojas de hierba.
Y por lo que tenemos en este breve tránsito luchamos, nos peleamos y nos matamos. Y luego todo. Todo. Todo lo material quedará atrás. Sólo las piedras perduran, y los huesos en tanto comparten un quántum mineral con la tierra que les acoge.
Nosotros somos de este mundo. El cuerpo es de este mundo. Es lo único que verdaderamente somos. Y tenemos vergüenza de ver lo que somos. De nuestro cuerpo al natural. Yo siento vergüenza de la naturaleza mortífera que anida en el corazón de los hombres. De que sean capaces hasta de matarse los unos a los otros escudándose en cualquier diferencia o en cualquier ganancia material.
Yo sentiría vergüenza de que mis huesos se expusieran a la vista de los visitantes. De que mi nombre se exhibiera en un museo al aire libre, no de que mi cuerpo se entremezclara con las raíces, como en este antiguo cementerio judío.
ALz.
Video: Mi corazón me recuerda, Lila Downs.
No hay comentarios:
Publicar un comentario