Gente de agenda, pasto de redes, habitantes del pasado; aquéllos que hace siglos que no me llaman ni les llamo; los que no contaron conmigo para lo bueno, quienes no han tenido nada bello que mostrarme, los que no me invitaron a sus eventos; quienes ofrecieron a otros lo que yo me merecía; los habituales que acuden por interés, quienes sólo se acercan para pedir consejos o favores; quienes me dieron su palabra y no cumplieron; los que no me apoyaron cuando lo necesité; los que no contestaron a mis saludos, quienes jamás celebraron mis creaciones; aquéllos que me envidiaron, los que me juzgaron, quienes me criticaron; los que no osaron defenderme cuando lo precisé, los cobardes.
Quienes me fallaron, los que un día me hirieron, los que me ofendieron; los que se fueron sin decir adiós; los que no me quisieron bien, los que persistieron en el daño; los que un día ya no me conocieron; quienes no tuvieron una palabra amable, aquéllos que no compartieron mis bromas, ni mis risas, ni mis llantos; los que se jactaron pero nunca fueron mis amigos; los que disimulan, los hipócritas; los que estuvieron a lo bueno y desaparecieron en lo malo.
Aquí ando con el guardapolvo y el plumero en una mano, las gafas en la punta de la nariz, y el dedo índice de puntero, esta sí, este no, este tampoco; en eso llevo todo el mes. Haciendo mesa limpia. Plis, plás. Al reino del olvido. Tú también. Adiós.
A la papelera, sin acritud. He trabajado duro e implacable, para mí. He quitado telerañas, polvos, lastres, plastas. Y me siento muuucho más ligera, esbelta and cute. Y por supuesto, sin marido.
ALz.