Es brindar por tí y ponerme de los nervios, parece que fue ayer cuando estrenamos siglo y ya estamos en el año trece. Pero voy a hacerlo otra vez. Un año más. Seguimos rituales ajenos siempre repetidos y nunca cuestionados: las uvas y los doce deseos, la ropa interior roja, llevar mucho oro, las velas blancas, echar el agua atrás, el anillo en el fondo de la copa de champán...
No puedo olvidar cuando de adolescente y sin comprenderlo todavía, en mi casa se brindaba —en fiestas pero sobretodo en nochevieja— por los Ausentes. Así, en mayúscula. La voz de mis mayores se tornaba grave y se hacía un silencio reverente y yo tragaba saliva preguntándome por qué aquellos que no estaban venían a aguarnos las fiestas a los que compartíamos mesa, copas y risas.
Entonces aquéllo me parecía superfluo y un punto inquietante para los presentes; nunca lo hice; y ahora... ahora me resulta entrañable, porque yo ya tengo los míos —entre otros, ellos— y mientras les recuerde estarán de alguna forma siempre conmigo, acompañándome.
Pasa la vida y a veces pesa tanto lo que se fue como lo que queda; quien se marchó ocupa un lugar indeleble en nuestra mente, más importante acaso que quien permanece a nuestro lado. Lo que se posee no se valora tanto como lo que se tuvo, provocando con ello su futura pérdida y el advenimiento de una nueva posesión.
Hoy brindaré —Felices y tristes fiestas— por los que se han ido y por los años que con ellos hemos compartido. El año doce también se irá y no lo recordaremos con especial aprecio. Pero el presente es lo único que tenemos y cada cual que añada sus propios calificativos. El tránsito es efímero del pasado al futuro.
Hoy voy a brindar con lo que quiera, —un buen reserva— y cómo quiera —sin ropa interior—. Hoy quiero brindar por el año doce más uno: Trecehomo. Me quedo con las simbologías, las numerologías, que son fantásticas, por muy desastrosos que sean los augurios económicos y pésimas las supersticiones anudadas al ordinal.
Pasa la vida y a veces pesa tanto lo que se fue como lo que queda; quien se marchó ocupa un lugar indeleble en nuestra mente, más importante acaso que quien permanece a nuestro lado. Lo que se posee no se valora tanto como lo que se tuvo, provocando con ello su futura pérdida y el advenimiento de una nueva posesión.
Hoy voy a brindar con lo que quiera, —un buen reserva— y cómo quiera —sin ropa interior—. Hoy quiero brindar por el año doce más uno: Trecehomo. Me quedo con las simbologías, las numerologías, que son fantásticas, por muy desastrosos que sean los augurios económicos y pésimas las supersticiones anudadas al ordinal.
Hoy brindo contigo por el año nuevo que traerá lo que tenga que venir. Por la incertidumbre, que es otra forma de denominar la esperanza en el futuro, —no siempre es mejor lo que hemos vivido que lo que nos queda por vivir—, brindo por quienes se han incorporado recientemente a nuestra vida y por los que están por venir. Ellos serán parte de nuestro futuro.
No voy a brindar por los doce deseos. Brindaré por el Deseo. Que me despierte, que me alimente, que me aliente, que me insufle el hálito de la vida. Vivir. Por eso hoy, dos mil trece. Brindo por tí.
ALz.
Es cierto, valoramos demasiado lo que se tuvo y eso, a veces, non impide ver lo que tenemos, o no nos llena.por pura idealización.
ResponderEliminarBrindo contigo por el presente. Y ni que decir tiene que por el deseo.
¡¡Un beso!!