lunes
Enamorarse
Ni me imaginaba que pudiera calificar así cómo me siento, lo confieso, ni que fuera capaz de hablar de esto pasando por alto el pudor que me induce a callar; pero me repondré y hablaré, haré como si estuviera aquí en soledad; si no lo pienso no lo digo, y si soy capaz de pensarlo voy y lo escribo, sin recato, sin avergonzarme, es eso y no otra cosa lo que me pasa.
Creo que me enamoro. Esto debe ser lo que me sucede; cada vez que emprendo una nueva aventura siento la atracción que acaba por convertirse en el eje, centro y finalidad de mis días. La palabra Enamorarse describe perfectamente el proceso por el cual me entrego casi obsesivamente al objeto de mi pasión, perdida toda voluntad de alejarme, de olvidarle, de dejarle.
No, no son mujeres ni hombres, son colores mis amores. Amores felices pero exigentes. Debo de volver a la obra aunque no lo quiera, aunque otros asuntos reclamen mi presencia, porque lo deseo más que a nada en el mundo y porque no puedo sustraerme a esa fuerza que me lleva a acariciar sus volúmenes añadiendo intencionadas capas de pintura, suaves como caricias, o enérgicas como bofetadas.
Mi voluntad desaparece porque vuelco mi entera atención a lo que me cautivó mientras lo iba conociendo, cuando lo iba gestando, cuando lo fuí creando, y sobre todo ahora, en permanente movimiento mientras dure el proceso que preveo largo, y que ocupa ya, recurrentemente, todo mi pensamiento. Es enamorarse en cada nuevo hallazgo.
Pintura (fragmento) y texto:
ALz
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